28/10/2025
El huracán Melissa se convirtió en una de las tormentas más poderosas y preocupantes de los últimos años. Alimentado por aguas del Caribe excepcionalmente cálidas, el ciclón alcanzó la categoría 5 mientras avanzaba a un ritmo lento, una combinación peligrosa que amplifica sus impactos a través de lluvias persistentes, vientos extremos y marejadas ciclónicas.
Según especialistas del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) y de la organización Climate Central, este tipo de tormentas "lentas pero salvajes" son cada vez más frecuentes en un planeta más cálido. La razón, explican, está en la energía adicional que el cambio climático inyecta al sistema: las temperaturas superficiales del mar aumentaron más de 1,4 °C respecto a los promedios históricos, creando condiciones perfectas para una intensificación rápida.
"En general, observamos que la temperatura superficial del mar prevalece sobre otros factores y potencia la fuerza de los huracanes", explicó el científico atmosférico Daniel Gilford.
A diferencia de los ciclones tradicionales, que se debilitan al desplazarse, Melissa se mantuvo casi inmóvil mientras ganaba fuerza. Esto se debe, según la climatóloga Jill Trepanier, a que "el calor era tan profundo que evitó el efecto autodestructivo habitual". El resultado fue una tormenta capaz de descargar entre 50 y 60 centímetros de lluvia en menos de 48 horas.
El fenómeno preocupa a los investigadores no sólo por su impacto inmediato, sino por lo que revela del futuro climático de la región. James Kossin, ex climatólogo de la NOAA, señala que las tormentas estacionarias -aquellas que permanecen sobre la misma zona durante días- están aumentando de forma consistente.
Entre las causas posibles, los científicos mencionan la llamada amplificación ártica: el calentamiento desproporcionado de las zonas polares reduce la diferencia de temperatura entre latitudes, debilitando los vientos que normalmente desplazan los huracanes.
Más allá de la explicación meteorológica, las consecuencias humanas y económicas son graves. En países como Jamaica y República Dominicana, donde el terreno montañoso y la infraestructura precaria agravan el riesgo, los deslizamientos de tierra y los daños a la infraestructura turística pueden tener efectos duraderos.
"Es una situación alarmante", resume Trepanier. "Los huracanes ya no sólo son más intensos: también son más persistentes. Y eso multiplica el peligro."
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