04/02/2023
El portaaviones de 32.000 toneladas, había estado flotando en alta mar durante tres meses, luego de que Turquía rechazará su ingreso al país. Puesto que este debía ser desguazado allí, ya que la infraestructura, representaba un serio peligro ambiental. Ante la negativa, el navío fue remolcado de regreso a Brasil.
Entre tanto, las autoridades decidieron hundir el portaaviones fuera de servicio en el Océano Atlántico frente a su costa noreste, según estableció la Marina brasileña. A pesar de las advertencias de ambientalistas, respecto al óxido que pudiera ser liberado en las aguas, dado que contaminaría el mar y la cadena alimentaria marina.
Por su parte, las autoridades a cargo de la acción, establecieron que el "hundimiento fue planificado y controlado" el viernes por la noche, dijo la Armada en un comunicado, que "evitaría pérdidas logísticas, operativas, ambientales y económicas para el estado brasileño", dijo.
El mismo, se encuentra bajo las aguas, de jurisdicción brasileña a 350 kilómetros (217 millas) de la costa donde el mar, las cuales tiene una profundidad de 5.000 metros, un lugar elegido para mitigar el impacto en la pesca y los ecosistemas, señaló desde la Armada. Entre tanto, los fiscales federales y Greenpeace habían pedido al gobierno brasileño que detuviera el hundimiento, diciendo que era "tóxico" debido a los materiales peligrosos, incluidas las 9 toneladas de asbesto utilizadas en los paneles.
El portaaviones de la clase Clemenceau, construido en Francia en 1960, sirvió a la Armada francesa durante cuatro décadas como Foch, capaz de transportar 40 aviones de guerra. Según informó el experto en defensa y exmiembro del personal del Congreso de política exterior, Pepe Rezende, estableció que la Armada de Brasil compró el portaaviones por solo $ 12 millones en 1998, pero necesitaba una reparación de $ 80 millones que nunca se hizo.
Cabe señalar que, posteriormente, este fue dado de baja, la empresa turca de reciclaje marino Sök Denizcilik Tic Sti compró el casco por 10,5 millones de dólares, pero tuvo que remolcarlo de regreso al otro lado del Atlántico cuando Turquía prohibió la entrada a su astillero.
Ante esta negativa, la armada buscó soluciones, incluso solicitó a la compañía que reparara el portaaviones en un astillero brasileño, pero después de que una inspección mostró que estaba haciendo agua y que corría el riesgo de hundirse, la Marina prohibió que el barco ingresara a los puertos brasileños. Entonces decidió hundir el Sao Paulo en alta mar.
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