18/12/2025
El ministro de Relaciones Exteriores de Bolivia, Fernando Aramayo, aseguró que la crisis política en Venezuela no tiene una salida duradera sin una transición democrática respaldada por instituciones sólidas capaces de garantizar estabilidad en el escenario posterior a un eventual cambio de poder.
Las declaraciones fueron realizadas durante una visita oficial a Washington, donde Aramayo destacó que los procesos de transformación política deben estar anclados en la voluntad popular, el respeto al orden constitucional y la preservación del funcionamiento institucional, para evitar escenarios de mayor fragmentación en América Latina.
Sin referirse de manera directa a la continuidad de Nicolás Maduro, el canciller subrayó que Bolivia atravesó un proceso de reconfiguración política sin ruptura institucional, luego de poner fin a más de dos décadas de gobiernos socialistas, experiencia que -según afirmó- puede servir como referencia regional.
El posicionamiento de Aramayo se inscribe en el giro de la política exterior impulsado por el presidente Rodrigo Paz, quien asumió tras imponerse en la segunda vuelta electoral del 19 de octubre, convirtiéndose en el primer mandatario conservador del país en veinte años.
En ese marco, la delegación boliviana mantuvo encuentros con funcionarios estadounidenses para explorar asistencia financiera, en un contexto marcado por la escasez de dólares, tensiones en el abastecimiento de combustibles y desafíos en la estabilidad macroeconómica.
El Gobierno reconoció dificultades recientes en la importación de diésel, vinculadas a la presión sobre las reservas internacionales y el tipo de cambio. Paralelamente, avanza en un plan para revisar gradualmente el esquema de subsidios a los combustibles, vigente desde hace dos décadas y señalado oficialmente como un factor de desequilibrio fiscal y contrabando.
Aramayo indicó que el Ejecutivo busca cerrar acuerdos de cooperación financiera, atraer inversión extranjera y fortalecer vínculos comerciales, sin abandonar una política exterior definida como pragmática y centrada en los intereses nacionales.
Si bien Bolivia profundizó su acercamiento a Estados Unidos, el Gobierno descartó una ruptura con China, principal acreedor bilateral del país y actor relevante en sectores como infraestructura, energía, minería y tecnología.
Según el canciller, la nueva estrategia diplomática no responde a alineamientos ideológicos rígidos, sino a la necesidad de reposicionar a Bolivia en un escenario regional y global en transformación, donde también adquieren peso estratégico sus reservas de litio y su ubicación geográfica como corredor entre el Atlántico y el Pacífico.
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